viernes, 23 de julio de 2010

El papel de las plantas psicoactivas en la iniciación

PIERRE VERGER
In: Revista Takiwasi Nº 3:
Takiwasi, Perú, Año II, Abril 1995
pp.80-87.
Nacido en París en 1902, Pierre Verger es uno de los pocos occidentales que conoce la
cultura negra de adentro. Fotógrafo, reportero, corresponsal de guerra en China, trabajó
también para el Museo de Etnografía de París y el Museo Nacional de Lima (Perú)
fotografiando en todo el mundo antiguas civilizaciones en vías de desaparición o de
profunda transformación. En 1946, se apasiona por Salvador de Bahía y su pueblo. Entre
1949 y 1979, realiza numerosos viajes entre Brasil y África Occidental investigando la
cultura Yoruba y su influencia en el Nuevo Mundo.
Se integra tan profundamente en esta cultura que en 1950 se vuelve babalaô (padre de
santo) y recibe de su maestro el nombre de Fatumbi: "aquel que nace de nuevo por la
gracia de Ifá. H Es iniciado también en el Candomblé de Brasil. Vive hoy en Salvador de.
Bahía donde sigue su incansable trabajo sobre la documentación recogida durante su
vida. Ha publicado numerosos libros desde 1937.
RESUMEN:
El autor describe algunos procedimientos iniciáticos africanos de Dahomey basado en el uso ritualizado de
plantas psicoactivas. Insiste en redefinir la noción de iniciación en este contexto no como la transmisión
consciente de un secreto sino como una incursión inconsciente pero controlada en el mundo de los espíritus y
dioses.
El profesor Seymour Kety declara en un artículo dedicado a "los límites químicos de la psicofarmacología (1)
que:
“Ninguna droga puede introducir una nueva función en un organismo sino simplemente acentuar,
inhibir o modificar de algún modo funciones ya presentes. No se puede esperar que las drogas introduzcan algo
nuevo en el espíritu o el comportamiento de alguien, sino que solamente pueden acentuar o suprimir
comportamientos ya existentes".
Algunas plantas se utilizan en África en lo que se llama convencionalmente "la iniciación" a los cultos de
dioses tradicionales, los Vudús de los Dahomeanos y los Orishás de los Yorubas.
Decimos "convencionalmente llamado" porque la expresión "iniciación" es particularmente mal escogida para
designar la ceremonia de consagración de los novicios destinados a volverse sacerdotes y sacerdotisas dedicados
al servicio de estos dioses, ya que, según la definición del diccionario, las personas "iniciadas" serían gente
"instruida de un secreto". Vale decir, cuyo espíritu ha sido formado en pleno estado de conciencia por
instrucciones confidenciales, cuando en realidad el aprendizaje del comportamiento de los neófitos dedicados al
culto de los dioses africanos tiene lugar a un nivel en el cual la conciencia es momentáneamente anulada durante
un período de tiempo variable según la etnia interesada.
* Artículo inédito, traducido del francés por Takiwasi.
El uso de plantas psicoactivas parece jugar un papel importante para conseguir la "reactualización", en los
neófitos, de características "innatas" heredadas de un lejano ancestro que se volvió Vodun u Orishá.
Para lograr este resultado, es importante eliminar momentáneamente en ellos las influencias "adquiridas"
mediante la educación y los modos de vida ajenos a los del modelo ancestral, sumiendo a los neófitos, durante el
período de la llamada "iniciación", en un estado de atontamiento y olvido.
Este período termina con la vuelta a la vida, llamada normal, donde el "iniciado" recobra, por una parte todas
las características de su personalidad "adquiridas" en el curso de su existencia y pierde, por otra parte, el
recuerdo de lo que pasó durante el período de atontamiento en el cual reencontró el comportamiento atávico del
ancestro divinizado, reactualizando así los vínculos protectores establecidos por él en beneficio del grupo
familiar.
Se organizan ceremonias para celebrar públicamente las diversas fases que acompañan la consagración de los
nuevos adeptos de dioses africanos. Muestran la muerte simbólica de su antigua personalidad seguida de su
resurrección a una vida dedicada al culto de los dioses a los cuales son consagrados.
Las resurrecciones de los futuros sacerdotes de SAKPATA, divinidad de la tierra que castiga a los
malhechores dándoles la viruela, son particularmente impresionantes. Estas ceremonias tienen lugar en Abomey,
capital del antiguo reino de Dahomey(2).
Una semana antes, en el transcurso de una sesión de danzas y de cantos en honor a Sakpata, la candidata se
cayó al suelo, el cuerpo rígido como en estado de catalepsia, "matada", se dice, por el Vodun.
La ceremonia de resurrección ocurre frente al templo de SAKPATA. Un numeroso público se reúne en una
plaza grande cuyo centro está ocupado por un árbol grueso y frondoso que abriga a los que tocan tambores.
A las 4 de la tarde, el gran sacerdote (SAKPATANON) y otros tres dignatarios vienen a dibujar en el suelo un
gran círculo mágico derramando, el primero un reguero amarillo de harina de maíz mezclada con aceite (VEVE),
el segundo un reguero blanco de harina de maíz, el tercero un reguero de negro de humo y el cuarto granos de
maíz y frijoles.
Una estera de paja, cubierta de manchas negras, blancas, rojas, es entonces traída y dispuesta encima de los
sacerdotes arrodillados en el centro del círculo. Ellos hacen una ofrenda de pollo a la tierra. Una vez terminada la
ceremonia, sólo se ve un poco de sangre y algunas plumas, el cuerpo de la víctima fue, en principio, engullido
por la tierra. Ese es un sacrificio de substitución, una vida se ofrece a cambio de aquella de la novicia. La estera,
después de haber sido siete veces levantada y colocada en el suelo es al final desplegada. Jarras de agua donde
nadan hojas, jarras envueltas con telas blancas y dos masas representando las cabezas de muertos, (los bastones
de SAKPATA) se colocan en las extremidades de la estera.
El "SAKPATANON", seguido de otros sacerdotes, se pone a cantar girando alrededor de la estera, los que
tocan el tambor empiezan a golpear sus instrumentos. Otros cantos contestan del interior del templo donde
resuenan sonidos de campanillas.
Dos hombres suben a horcajadas a lo alto de la pared de tierra del recinto, algunas personas salidas del
convento se colocan a sus pies. El cuerpo a resucitar se saca del templo por encima del muro. Está envuelto con
un taparrabo indígena de color verde, cosido como un sudario. Agarrado por seis personas y seguido de
portadores de pollos y de jarras conteniendo las decocciones de hojas, el cuerpo es paseado tres veces alrededor
de la plaza y puesto sobre la estera donde se rocía con el líquido contenido en las jarras; el sudario se descose,
una hoja grande esconde el rostro y el cuerpo aparece tumbado en el lado izquierdo; la tintura del taparrabo
diluido por las aspersiones ha dado a la piel un tinte verdoso.
Las mujeres se arrodillan y se ponen a frotar, a comprimir el cuerpo ya lavarlo con el contenido de las jarras
envueltas con telas blancas.
Todos los asistentes están arrodillados, el sacerdote se aleja a unos cien metros y de allí, grita siete veces el
nombre del muerto. A la última llamada el cuerpo se estremece y se agita. El público manifiesta su entusiasmo
con gritos de alegría y la orquesta empieza de nuevo a tocar.
El cuerpo del resucitado es llevado tres veces más alrededor de la plaza, sus pies colocados sobre la tierra, y
es de nuevo llevado al convento.
La ceremonia de resurrección lo trajo de nuevo a la vida, pero se queda durante varios meses sumergido en un
estado de entorpecimiento y atonía mental. Su espíritu parece vaciado de todo recuerdo acerca de su pasado.
La ceremonia SOUNDIDE tiene lugar de siete a diez meses después de la resurrección de los novicios.
Constituye la primera etapa del retorno de los novicios a su estado normal anterior. Sigue una breve descripción
de una de ellas, observada en Ouidah, en Dahomey.
En la mañana, cinco novicios, hombres y mujeres, salen del convento en fila bajo un gran velo extendido por
encima de sus cabezas; son vestidos con viejos taparrabos y caminan con semblante de sonámbulos; entran en
una choza, vecina del templo donde se hizo poco tiempo antes la trituración de las hojas, y salen de nuevo luego
de un corto tiempo. Cada uno lleva en sus manos una jarra conteniendo una decocción de hojas trituradas; se
paran en el umbral de la puerta, el sacerdote y algunas mujeres iniciadas disponen en sus cabezas cojinetes de
fibras, usados como esponjas vegetales, de los cuales cuelgan, amarrados por las patas, polluelos de cinco días e
hileras de cuarenta conchas; las jarras se colocan encima.
La fila se recompone y los novicios salen hacia un riachuelo en el bosque sagrado. Una orquesta de calabazas,
seguida por los adeptos del dios al que cantan y danzan a lo largo de todo el camino, la acompaña hasta el
lindero del bosque.
Los novicios y las mujeres que los cuidan durante esta iniciación entran solos en el bosque. Se hacen ofrendas
para los espíritus de los muertos. Los novicios se limpian y se purifican con el agua de las jarras y sus cuerpos se
frotan con esponjas vegetales, las conchas y los polluelos. Estos tres elementos se entierran en el suelo. Son
sacrificios de sustitución destinados a la tierra.
Envueltos con taparrabos blancos inmaculados, los novicios son luego traídos de vuelta al templo en cuyo
patio está erguida una pared hecha con taparrabos. Llevados uno por uno detrás de esta pared, los novicios son
rapados y reciben, en estado de trance, una parte de la sangre de los sacrificios, destinados al dios, confirmando
el vínculo ya esbozado por los baños de decocción de hojas. Cantos suaves y fervientes, alabanzas y anhelos
acompañan las operaciones.
Cuando la pared de taparrabos se retira, los novicios aparecen con el cráneo rapado, cubiertos de sangre y
plumas de los animales sacrificados. Los cantos junto con la orquesta de calabazas, toman un ritmo más rápido y
más insistente, los novicios en estado de trance bailan un momento y desfallecen cayendo en el suelo; son
llevados de nuevo al convento.
El novicio ha perdido su antigua personalidad; la otra, libre de las influencias del pasado, se revela en él.
Es en este estado que los ritmos, los cantos, las danzas y todo el comportamiento del dios se vuelven
familiares para el novicio. Siempre habrá, más tarde, cuando retorne con la razón su antigua personalidad, una
estrecha asociación entre los ritmos de dios y los reflejos inconscientes adquiridos durante la iniciación.
El iniciado en estado de vigilia nunca será consciente de su propia iniciación; no guardará ningún recuerdo.
Pasó al otro lado de un tabique estanco.
Tiene entonces una doble personalidad: una en estado de vigilia, aquella que ha "adquirido" desde su infancia
en su medio social, y que encontró de nuevo cuando terminó su iniciación, y la otra "innata", cuando está en
estado de trance, aquella del dios, reactualizada durante "la iniciación".
Creemos útil señalar, para concluir, que las preparaciones "psicoactivas" utilizadas para esas iniciaciones se
realizan dentro de un cuadro de tradiciones bien establecidas y controladas y que ellas no provocan las
sensaciones raras buscadas por los aficionados de estupefacientes.
Notas
1. Publicado en una obra de grupo organizada por Faber y Wilson, "The control of the Mind", Mc Graw Hill,
New York, 1961.
2. Tomamos esta descripción de nuestra obra "Dieux d'Afrique" publicada por Paul Hartmaun (París -1954) y de
un artículo publicado en la revista Neuro-Psy (Fontenay - sous - Sois, Abril 1993).

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