sábado, 26 de marzo de 2011

Africanismos en América

El español de América
Rafael Lapesa

El elemento negro-africano. Las hablas criollas. Afronegrismos. El papiamento


1. La secular importación de esclavos negros procedentes de África es en la demografía hispanoamericana un factor cuyas consecuencias lingüísticas hay que tener muy en cuenta. La población negra constituye un contingente de alto porcentaje en las Antillas, litoral continental del Caribe y costa del Pacífico desde Panamá hasta el Norte del Ecuador; pero durante la época virreinal hubo esclavos del mismo origen en otras partes. Como la trata de negros fue iniciada por los portugueses en el siglo XV y continuó en sus manos largo tiempo, el instrumento para entenderse con los esclavos hubo de ser en un principio un lenguaje mixto de elementos africanos y portugueses; estos últimos fueron sustituidos poco a poco por sus equivalentes españoles. Las postreras supervivencias del criollo español parecen ser el habla «bozal» que se usaba entre negros de Puerto Rico en el siglo pasado y todavía entre los de Cuba a mediados del actual, y el islote criollo de San Basilio de Palenque, en el Norte de Colombia, cerca de Cartagena de Indias, el gran mercado de esclavos en otro tiempo. Negros cimarrones evadidos en 1599 han conservado allí su lengua mixta, de estructura gramatical simplificadísima y esquema silábico de consonante + vocal, sin consonantes implosivas. Hay noticias de otros núcleos criollo-españoles en el Palenque de Panamá y, extinguidos, en el de Ecuador; en el Chocó, en las tierras bajas costeras del Pacífico colombiano, el criollo-español subsiste en el uso interno de comunidades negras que en el trato con otras gentes emplean sin dificultad el español. Fuera de estos residuos aislados, la población negra hispanoamericana habla el español coloquial de cada país; a veces con notables arcaísmos, como en Loíza Aldea (Puerto Rico), donde pervive el futuro hipotético cantare, pudiere. Sin embargo allí mismo la indicación del género en sustantivos referentes a persona se refuerza en fórmulas como hijo macho, hija mujer, nieta hembra, amigos hombres, según hábito del criollo portugués que entronca con el bantú. En el castellano hablado por negros en el Occidente de Colombia se usa sin carácter enfático una negación antes del verbo y otra al final de la frase negativa («ella no vive aquí no», «yo no sé no»), como en el criollo de San Basilio de Palenque y en lenguas del África negra.

2. El léxico de origen africano incorporado al español general, al de Hispanoamérica o al de las Antillas comprende nombres de plantas y frutos (malanga, banana), comidas y bebidas (funche, guarapo), instrumentos musicales y danzas (bongó, conga, samba, mambo), sustantivos diversos (macuto, bembe ‘labio grueso’, burundanga ‘revoltijo’), algún adjetivo (matungo ‘desmedrado’, ‘flaco’), algún verbo (ñangotarse ‘ponerse en cuclillas’), etc. Tal vez sean de igual procedencia mucamo ‘criado, camarero’ y su femenino mucama, extendidos desde el Brasil al Río de la Plata y Perú. La inseguridad sobre la etimología de palabras que se tienen como afronegrismos es muy grande: Fernández de Oviedo creía que ñame era voz llevada a América por los negros; pero como aparece repetidamente en el Diario de Colón, es necesario suponer que el Almirante la había aprendido en las Canarias, donde la planta abunda, aunque el origen remoto del vocablo pueda arrancar del África ecuatorial. Se ha demostrado que macandá ‘brujería’, presunto afronegrismo, es sencillamente el mismo macandad ‘artimaña’ que se usa en Murcia, emparentado con amplia familia léxica peninsular. Sobre la importancia efectiva del vocabulario negro-africano en el español de las Antillas ha habido opiniones ponderativas y restricciones críticas semejantes a las emitidas respecto a los indigenismos.

3. Caso especial de lengua criolla es el papiamento de Curazao e islas inmediatas, pertenecientes a Holanda a partir de 1634, aunque con breve dominio francés e inglés entre 1795 y 1802. A una base criolla africano-portuguesa se han añadido abundantes hispanismos como consecuencia de haberse instalado en Curazao gentes numerosas procedentes de las Antillas españolas y de Venezuela. Finalmente el holandés, lengua oficial en los tres siglos y medio últimos, ha dejado también su huella. El papiamento (nombre que deriva de papear ‘parlotear’, charlar’, verbo corriente en portugués, pero usado ya por Berceo) se ha extendido a todas las clases sociales curazoleñas, cuenta con prensa y tiene cultivo literario.