jueves, 5 de agosto de 2010

LA PRIMAVERA RELIGIOSA EN AFRICA

jeudi 3 décembre 2009, par afiavimag


En este continente de religiosidad que es África, se advierte desde finales de los años ochenta una incuestionable renovación religiosa. Hasta el momento, la religión no había sido objeto de una búsqueda y un compromiso tan populares. Se hallaba integrada de forma natural en su entorno cultural y no necesitaba testimoniarlo ni seducir. Ahora bien, desde hace dos decenios la religión presenta un carácter espectacular y nuevas características.





La proliferación de las Iglesias

Para empezar, existe una peculiarísima efervescencia en torno a lo religioso que se caracteriza por su invasión estratégica de la ciudad. Los centros urbanos y, antes que nada, las capitales se han convertido en el terreno privilegiado de las “empresas” religiosas y el lugar de experimentación de todas sus iniciativas.

También se constata la emergencia y la proliferación de nuevos grupos e Iglesias independientes, en el seno y al margen de las tendencias religiosas tradicionales, con un efecto estimulante respecto a estas últimas. Las religiones establecidas se han visto obligadas a desarrollar nuevas estrategias para enfrentarse a este fenómeno de expansión espiritual. El dinamismo religioso contemporáneo se manifiesta además bajo la forma de una mutación de lo religioso para adaptarse al nuevo ambiente político, económico y social. Hay que interpretar en este sentido la masiva inversión en el campo de lo social.

Por último, la novedad religiosa se manifiesta en el surgimiento de una nueva vocación : la misión de evangelización. La “transnacionalización ” de las empresas religiosas, un fenómeno reciente, marca el despertar de las “naciones misioneras” y de un flujo religioso cuando menos reñido en el que las redes dominantes tienen sus fuentes en los países anglófonos del Oeste de África y los lusófonos del Este de África. Este vasto movimiento va acompañado por la apertura mediática que facilita la circulación internacional tanto de los productos y los agentes religiosos como de los recursos simbólicos. De este modo, una multitud de radios y cadenas de televisión confesionales han sido creadas para alternar día y noche discursos y sesiones de evangelización, de rezos y de curación, mientras que CD ROM y casetes de audio y vídeo son distribuidos o vendidos para garantizar la profundización de la enseñanza.

Este fenómeno es interpretado y apreciado de forma diversa. Muchos lo consideran de forma bastante negativa. Yo me pregunto si no lo podríamos leer de otra forma, a partir de una doble mirada, filosófica y sociológica. Este gran ballet religioso no se limita al cristianismo. Dos componentes principales merecen ser subrayados : el primero, exterior, engloba el fenómeno, el segundo es un factor endógeno.


La importación de Iglesias

Señalemos primero cierto activismo religioso contemporáneo surgido de la intensificación de la globalización. El final de los años ochenta y el principio de los noventa instauran, en efecto, la importación de Iglesias independientes de tipo pentecostal y carismático llegadas conjuntamente de los Estados Unidos de América y de Brasil. Unas han tomado posición en ciertos países anglófonos del Oeste de África y las otras en los países lusófonos del Este de África. En efecto, Brasil ha exportado su pentecostalismo a sus vecinos y a Europa, Asia y África, donde ha entrado de forma natural por los países lusófonos, Angola y Mozambique, para extenderse después por todo el Sur de África, luego por África oriental (Kenia, Uganda), por África ecuatorial (Congo, Gabón) y a la postre, tras unos diez años, por el Oeste de África (Costa de Marfil, Ghana). El pentecostalismo que viene directamente de los Estados Unidos y de Gran Bretaña se extiende por los países anglófonos (especialmente Nigeria y Ghana) donde se aclimata antes de alcanzar los países francófonos vecinos .


El campo islámico-africano
Este es, igualmente, el caso de un “nuevo islam” que se quiere “puro” y que pretende efectuar una vuelta a los orígenes. Todo ello conservando su identidad de “religión africana”, ofreciendo refugio a las identidades locales por medio de sus cofradías y solución a numerosos problemas mediante sus morabitos. Bajo la iniciativa de nuevas élites culturales (nuevos empresarios o jóvenes predicadores), el campo “islámico-africano” en su versión reformista se apropia en delante de las formas más profesionales y mediáticas del proselitismo religioso. Ahora bien, estos jóvenes que en su mayoría han estudiado en Arabia Saudita o Kuwait tratan de reactivar la fuente wahabita. ¿La misión de esas naciones madres del Islam sería la de convertir África en una tierra “fiel” ? África negra es desde siempre uno de los blancos privilegiados de la Da’wa saudita dirigida al mundo entero.

Las comparaciones entre formas de proselitismo misionero y las estrategias empresariales observables en los desarrollos del Islam y el cristianismo en África muestran que la guerra declarada entre los Estados Unidos y el mundo árabe reviste una forma enérgica sobre el terreno religioso africano. La renovación del Islam y su manifiesta progresión al sur del Sahara no pueden separarse de la efervescencia que reina en las Iglesias del Despertar y del aumento de la influencia neo-cristiana evangélica y pentecostal.


Los nuevos Profetas
Otro aspecto visible de esta globalización de lo religioso se refiere a la intensificación de los desplazamientos internacionales de profetas y curanderos (y de su público), lo que crea lazos regionales, e incluso mundiales, entre los expertos religiosos y su clientela. Ruth Marshall-Fratani et Didier Péclard (2002) citan dos casos significativos. El primero de estos no es otro que el del profeta-curandero nigeriano T. B. Joshua, quien recibe en Nigeria a enfermos de la diáspora africana que llegan de distintos países europeos (y de más allá). El segundo el de Kakou Séverin, el profeta marfileño de “nuevo estilo” que multiplica sus viajes a través de África y del mundo. Igualmente podríamos citar el caso de Peter Petronus en Sudáfrica, que se siente investido de la misión de propagar el evangelio y de realizar un llamamiento popular a la conversión. En medio de una verdadera encrucijada, las ciudades africanas (Abiyán, Accra, Lagos, Duala, Lomé o Libreville) se han convertido en tierra de misión y de cruzadas para pastores de Iglesias pentecostales americanas, brasileñas o coreanas (Corten, Mary, 2001).


África exporta espiritualidad
Esta transnacionalización de las agrupaciones culturales y de las redes religiosas no funciona en un único sentido pues África exporta a su vez hacia Occidente un cristianismo africanizado muy apreciado. Algunas Iglesias de expresión africana de tipo mesiánico o profético basadas en un sincretismo doctrinal y práctico, inspiradas en diversas variantes del cristianismo (metodista, evangélica, pentecostal, carismática, baptista…) y que integran realidades culturales locales se “venden” bien en Europa y al otro lado del Atlántico. Entre las más visibles en los países del Norte se distinguen las comunidades surgidas de las enseñanzas del profeta William Wade Harris Wury, la Iglesia del Cristianismo celeste, y la Iglesia de Pentecostés de Ghana. La misma situación se puede constatar a propósito de los Murides del Senegal del lado musulmán. Por último, se puede evocar el aumento de la visibilidad de las religiones tradicionales, cada vez más liberadas y que ya no dudan en utilizar los medios de comunicación modernos ni en construir un discurso intelectual adueñándose de los centros urbanos, aunque se les asimile frecuentemente con lo rural. La globalización de lo religioso, la circulación internacional de los recursos culturales y simbólicos y la conexión a diversas redes no benefician únicamente a las naciones misioneras occidentales. Por tanto, no resulta posible pensar la situación religiosa contemporánea en África sin estos lazos de intereses que sobrepasan la dimensión de las sociedades africanas.


Las metamorfosis de lo religioso

Esto no invalida, no obstante, aunque corrige, las razones habitualmente esgrimidas, a saber, la pobreza y el recurso a lo sobrenatural para encontrar soluciones a problemas que son, ellos sí, bastante reales, es decir, sociales. Cierta sociología marxista cree efectivamente que la recuperación de la religiosidad que se observa desde el final del siglo XIX se halla en las dificultades existenciales que arrojan la desestructuración de los Estados y la devaluación del franco CFA acaecidos a principios de los años noventa. Esta escuela subraya también el papel de motor que desempeñan las pandemias y el deterioro del clima al suscitar un sentimiento de impotencia. Estas razones socio-psicológicas refuerzan el sentimiento de fatalidad de los individuos y exacerban la necesidad religiosa. Son muchos los estudios que al ocuparse de las causas de la exaltación de las poblaciones enumeran las razones que las hacen militar en una institución religiosa : paro, pobreza, búsqueda de una mejora profesional, de una curación milagrosa, de un cónyuge, etc. Sin embargo, este enfoque privilegia las motivaciones del individuo, mientras que es muy difícil decidir qué es lo que inclina interiormente hacia lo sobrenatural. Si se lleva esta lógica hasta el final, habría que decir : África es pobre, y por eso es creyente. Aunque es verdadera en parte, esta razón es insuficiente para explicar la recuperación contemporánea de la religiosidad, pues África no es hoy más pobre que ayer, sino más bien al contrario. Al destacar el papel fundamental de los aparatos de creencia y de las grandes redes (sociopolíticas, culturales y económicas) internacionales que sustentan su funcionamiento se impide “juzgar” el compromiso, de orden espiritual, de los creyentes, cuando en realidad habría que analizar la religiosidad como fenómeno de orden social e institucional.

Esta mirada permite comprender mejor las metamorfosis de lo religioso inducidas por esta renovación espiritual. Estos cambios me parece que encierran tanta riqueza para la religión, o la espiritualidad, como para la sociedad. Enfrentada a una sociedad en mutación, la religión ha integrado cambios en su identidad, en su estrategia de comunicación y en sus actividades. La religión moderna, en la moderna África, precisa tomar en cuenta nuevos parámetros en las relaciones con el individuo y la sociedad. Se trata de nuevas expectativas de las poblaciones : la aspiración a la libertad, la democratización de la autoridad religiosa, la aparición de nuevos productos teológicos, y una nueva aproximación a lo sagrado algo más apartada de las instituciones religiosas clásicas. Hecho destacable, los actores religiosos se han manifestado capaces de integrar con precisión las novedades y de adaptar los elementos más avanzados de la civilización moderna, mientras que creíamos que la religión era solamente capaz de transmitir la “tradición” tal cual. Guardiana de la memoria colectiva y social, la religión parece revelarse también como hacedora de historia.


Étienne L. DAMOME


Traducido por :
Gorka Fernández


Lo que podemos denominar como “transnacionalización” a la africana corresponde a “la expansión fuera de sus fronteras iniciales de una religión nacida eventualmente de un sincretismo local, una religión ligada especialmente a un territorio de referencia mediante el apego a unos lugares sagrados y marcada por ciertos rasgos originales de su identidad etno-nacional, como la utilización de una lengua étnica sacralizada” cf. Mary A. et Fourchard L., « Réveils religieux et nations missionnaires », en Fourchard L., Mary A. et Otayek R., Entreprise religieuses transnationales en Afrique de l’Ouest, Ibadan/Paris IFRA-Karthala, 2005, (introducción).

La “cultura” carismática, que apela a la potencia inmediata del Espíritu, funciona como una cultura global que se ocupa tanto de la intuición católica, como de la esfera de influencia neo-protestante y de las iglesias proféticas africanas, y tiende a imponerse en todas partes como referencia absoluta. Las Iglesias pentecostales de Nigeria o Ghana, todas ellas de origen americano-británico, lo muestran con claridad : tras un primer periodo de implantación local y nacional (desde los años cincuenta a los años setenta) triunfan, a partir de los años ochenta, estrategias transnacionales, regionales, continentales o mundiales en función de imperativos propios de cada denominación. Ver entre otros, Entreprises religieuses transnationales en Afrique de l’Ouest, Fourchard L., Mary A. et Otayek R. (dir.), Ibadan-Paris, IFRA-Karthala, 2005, 537 p. Literalmente “Llamada al Islam”, es un poco el equivalente a la evangelización. En todo caso, traduce el expansionismo del Islam.

TOMADO DE LA REVISTA AFIAVI:
http://afiavi.free.fr/e_magazine/spip.php?article945

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