lunes, 4 de abril de 2011

ESTRUCTURA DE LA RELIGIÓN AFRICANA




Alma libre.

En Europa no imperó la creencia monoanimista, defendida por los teólogos, hasta la Edad Media (en las zonas rurales más tarde aún). Hasta entonces, la idea que predominaba, al igual que en la mayoría de los lugares del mundo, era que el hombre tiene dos almas: el alma vital, que mantiene en correcto funcionamiento las funciones orgánicas (respiración, circulación de la sangre, etc.) y responsable a su vez del calor corporal y de la capacidad de movimiento; y el alma libre, que con frecuencia es localizada debajo de la parte superior del cráneo y que alberga la conciencia, la capacidad de entendimiento y decisión, y la voluntad. Mientras que el alma vital permanece de forma indisoluble unida al organismo, el alma libre es considerada corno puramente espiritual, independiente del cuerpo, al igual que los espíritus y los dioses. Cuando las funciones orgánicas se hallan desactivadas, como en el sueño, durante un desmayo, en el delirio, etc., el alma puede separarse de su envoltorio físico y viajar al otro mundo. Lo que allí ve y experimenta lo transmite al hombre en forma de sueños y visiones. Tras la muerte se va al más allá con los antepasados para, tal y como casi todo el mundo cree en las sociedades tradicionales, reencarnarse nuevamente entre los suyos pasadas de tres a cinco generaciones. Visto de esta manera, el hombre no es inmortal pero sí lo es su alma libre. Antepasados. Los espíritus (almas libres) de los familiares fallecidos desempeñan un papel importante entre los poderes del más allá (junto a espíritus y dioses) de las religiones de muchos pueblos establecidos en África, el sureste asiático y Oceanía. Según un principio general, la autoridad aumenta con la edad. Así pues, los antepasados (desde los más antiguos, fundadores del pueblo) disfrutan del rango más alto, por encima del más viejo de sus descendientes, aunque por debajo de los dioses y del dios creador y superior, como el más antiguo de todos. Los espíritus, al igual que los ancianos con vida, aconsejan a los suyos (en sueños), se preocupan de que sigan el buen camino, les brindan la fertilidad de sus animales y sus campos, y vigilan que sus descendientes se mantengan fielmente dentro del orden transmitido de generación en generación.


Avisos de los espíritus

Las personas negligentes reciben advertencias en forma de signos y pequeñas desgracias, los culpables se ven afectados por enfermedades, accidentes, pérdidas materiales o la muerte. Así pues, todos tienen un desmesurado interés en que su relación con ellos sea fluida, sin perturbaciones, lo que se consigue mediante el culto a los antepasados. Las oraciones y las ofrendas de alimentos y bebidas realizadas con regularidad también ayudan, al igual que las invitaciones a las fiestas familiares más modestas o a las grandes fiestas comunitarias, durante las cuales se les recuerda con respeto, se les agasaja generosamente con cánticos y danzas y, como despedida, se les ofrece ricos obsequios.


Brujería

Complejo representativo difundido por todo el inundo, según el cual determinadas personas (brujas) poseen la capacidad de ejercer una influencia nociva sobre sus congéneres, y que con frecuencia también pueden utilizar las plantas medicinales y la videncia, o incluso el mundo sobrenatural. Cualquier tipo de desgracia, sea una enfermedad, una esterilidad, una riña, la pobreza, una muerte temprana o catástrofes naturales, se debe a su desastroso efecto. Cuando se repiten las desgracias (serie) se cree que es cosa de brujería. Las brujas deben su capacidad de provocar la falta de salud a una sustancia inherente a ellas, la “fuerza de las brujas”, que con frecuencia se transmite hereditariamente en determinadas familias y que aumenta su poder al aumentar la edad: los brujos son generalmente adultos, mayoritariamente mujeres, los cuales lesionan a sus parientes más allegados. En parte también inconscientemente, actuando, como quien dice “intuitivamente”, las brujas reparten su acción distorsionadora en secreto, con frecuencia en unión con otros brujos, con los que se reúnen para celebrar orgiásticos banquetes con danzas, llamadas “aquelarres”. De desproporcionada voracidad e insaciable apetito sexual, no sólo personifican el comportamiento antisocial, sino también la cara opuesta de todos los valores y obligaciones sociales conocidos. Sus manifestaciones y comportamiento prescinden totalmente de las normas: desnudas, se mueven con los pies hacia arriba o vuelan, practican el incesto, llevan a cabo prácticas sexuales prohibidas y se alimentan de humanos (es decir, no consumen las partes del cuerpo, sino que devoran la fuerza o alma vital que en ellos habita). Realizan sus fechorías por la noche, con frecuencia acompañadas de animales (por ejemplo, hienas) o pájaros (frecuentemente búhos), La envidia o los pensamientos recurrentes se consideran causa de la brujería. Muchas sociedades afectadas por la brujería conocen especialistas (doctores de brujas), cuya función consiste en desenmascarar a las brujas y sanar enfermos por brujería, así como proteger al resto de la sociedad de la misma.



Culto de posesión


Formas difundidas por todo el mundo, sobre todo en sociedades coloniales de poca cultura, (le servicios religiosos colectivos (raramente en “iglesias” establecidas y organizadas), en los que la posesión es utilizada como medio para la comunicación con determinados poderes espirituales (antepasados, espíritus, divinidades), los cuales desempeñan un papel central. Entre los cultos de posesión más conocidos se encuentra el bori (Hausa), zar (entre otros en Egipto, Etiopía y Sudán), vodun o vudú (oeste de África y Haití), kronianti (Jamaica) y candomblé (Brasil), que con frecuencia imponen a sus miembros un comportamiento social especial, orientado a los planteamientos morales propios, con estrictas normas de ingreso y participación, rituales específicos, normas propias de culto, acólitos y, sacerdotes (con frecuencia con una estricta y escalonada jerarquía), los cuales como médiums experimentados dirigen el culto. Los participantes en el culto, que generalmente pertenecen a un determinado grupo étnico o social, también con frecuencia son, por ejemplo, personas con una posición marginal frente a la religión “oficial” (mujeres, hombres homosexuales, trasvestidos) y concurren regularmente para el trance de la danza, sacrificios o para introducir adeptos en el culto. Por regla general, estos últimos son “elegidos” por los correspondientes poderes espirituales, mediante el envío de determinadas “señales”, especialmente enfermedades. Mediante la iniciación en el culto de la posesión, los “elegidos” se convierten en el “señor de la enfermedad”; para ello se comprometen a ceder su cuerpo en el futuro (durante el trance de posesión) de forma voluntaria a los poderes espirituales. Los cultos de posesión aparecen con frecuencia en las sociedades rurales y urbanas, en las que el colonialismo y las misiones -más actualmente la industrialización, urbanización masiva y una creciente presión desculturizadora- han llevado a estas sociedades a problemas económicos y de identidad. El sincretismo desempeña siempre un papel decisivo en la aparición de estos cultos.


Dioses protectores, espíritus protectores


Seres espirituales asociados a un lugar, a una persona o a un gru­po a quienes protegen (si se comportan de forma ade­cuada y realizan correctamente los rituales) del peligro y los estímulos negativos. Los espíritus protectores que los hombres jóvenes adquieren en el curso de una búsqueda visionaria -con frecuencia larga- en el aislamiento, son conocidos sobre todo por muchos indios norteamericanos a través del chamán. En África, además de los dioses protectores personales existen los territoriales, desde los propietarios espirituales de un campo, un trozo de selva o un poblado hasta los dioses protectores de una región entera. Estos dioses no están con frecuencia relacionados entre ellos jerárquicamente, siguiendo la pauta de la sociedad humana. Los más poderosos entre ellos legitiman con frecuencia el poder político, delegando parte de su autoridad en el dirigente político del momento, que al mismo tiempo es su sumo sacerdote. Estos importantes dioses protectores son honrados con diversas ceremonias a lo largo del año; los “menores” reciben ofrendas para la utilización de un campo o cuando hay que construir una casa, o antes de la caza.



Etnología


Vocablo formado por las palabras griegas etnos (tronco, pueblo) y logos (ciencia). Este término apareció en Europa a finales del siglo XVIII y se refiere al estudio de las culturas y la historia de “lo tradicional” (ya que la vida está estrechamente unida a la tradición); es decir, pueblos premodernos, de culturas primitivas, que hoy día también forman parte de las sociedades modernas (grupos infantiles, laborales, urbanos, sociedades, asociaciones, minorías, etc.). Por el contrario, el concepto de “etnografía”, palabra formada también por los términos griegos ethnos y graphein (escritura), se ocupa más en sentido estricto de la “descripción de la población”; es decir, la representación de la cultura de un determinado grupo étnico (sociedad local, clan, pueblo) con motivo de una o más investigaciones en el lugar. Debido a la enorme amplitud del motivo de estudio, hoy en día la especialidad se divide en múltiples subdisciplinas, como por ejemplo la etnobotánica, la etnogerontología, la etnomedicina, la etnopedagogía o la etriofilosofia, que se ocupan de las bases del conocimiento y planteamientos de las sociedades tradicionales.



Fetiche.


Denominación habitual en la época de los exploradores para los amuletos de los marinos portugueses (fetico), que después pasó a aplicarse a cualquier objeto que los europeos veían utilizar a los habitantes de las costas africanas, y que de alguna manera parecían estar relacionados con prácticas o conceptos mágicos o culturales. En ausencia de una denominación más exacta, “fetiche” es desde entonces el término habitual, debido a las teorías relacionadas con éste en el pasado (la etnología religiosa vio en la creencia en los fetiches, el “fetichismo”, una etapa previa a la religión), principalmente en el siglo XIX, despreciando y desacreditando otras denominaciones, para referirse a objetos fabricados por el hombre, que después de determinadas manipulaciones rituales ostentan un poder personal o fuerzas espirituales. Los fetiches pueden activarse mediante ofrendas y utilizarse con fines mágicos para defensa, curación o progreso. En África occidental, la denominación ju-ju (distorsión del francés jouet, juguete) es sinónimo de fetiche. Los más conocidos fueron sobre todo los fetiches de los ewe y los fon -según se tratara de un objeto (bo) o de una figura humana (bocchio), denominadas así por la población local- y más aún las esculturas de la zona bantú -denominados como fetiches espejo o de uña (nkisi)-, que guardan en su interior una sustancia fortalecedora, generalmente en una protuberancia o una hendidura en la zona abdominal. Por una parte, los fetiches tienen un cierto parecido con los relicarios y por otra con los “muñecos de magia negra” antiguamente habituales en Europa, atravesados también con agujas, mediante los que se podía dañar a un enemigo. No obstante, la mayoría de los fetiches guardan sustancias poderosas, entre las cuales se encuentran con frecuencia piedras, cuernos, pezuñas, dientes, huesos, pelos, piel de animales, etc., aunque también pedazos de tela, suciedad, sangre menstrual, y sustancias tanto impuras como eficaces.




Hacedor de lluvia.


Especialista que invoca o desvía las precipitaciones a voluntad. Sobre todo en zonas áridas (por ejemplo, en la sabana del África occidental) la población depende mucho de la lluvia. A pesar de todo, según la fase del cultivo, la lluvia puede o no ser deseada; por este motivo es importante poder influir sobre las precipitaciones. Por regla general, los responsables de la lluvia son los jefes, quienes hacen ofrendas en la casa de los antepasados o sobre sus tumbas (generalmente animales de color negro) para atraer la lluvia, método legitimado por su estrecha relación con el agua o la posesión de determinados objetos sagrados. Así, los alur (noroeste de Uganda) reconocen como principal hacedor de lluvia al jefe de los ukuru, ya que se encuentra en posesión de las piedras de la lluvia y de la lanza (de metal) de la lluvia. Las piedras colocadas en un río pueden desencadenar la lluvia; y dirigidas hacia el cielo, agitadas de un lado a otro, pueden evitar las precipitaciones. También en otros lugares existen especialistas, que poseen una “medicina de la lluvia”, la cual les permite enviar precipitaciones a sus enemigos en el momento más inoportuno. En ambos casos se benefician también, por lo general, de los tratamientos con magia analógica. Dada su estrecha relación con las precipitaciones, con frecuencia unida a los rayos, también son capaces de dirigir un tiempo tempestuoso contra los que hayan sido declarados culpables de haber cometido un delito grave (sobre todo robo) contra la comunidad.



Hermandad de sangre.


Relación que equivale a la consanguinidad entre dos personas no parientes, por lo general hombres jóvenes, sellada mediante el intercambio bilateral de sangre (beberla conjuntamente o mezclarla a través de cortes) o mediante la realización de una adopción, para la cual uno de los dos roza con la boca el pecho de la madre del otro o simula mediante mímica su nacimiento. La hermandad de sangre implica los mismos derechos y obligaciones en sí que entre hermanos consanguíneos. Sólo en casos excepcionales se produce la hermandad de sangre entre mujeres, como por ejemplo entre los ziba del pequeño reino de Kiziba, en el lago Victoria, África oriental.



Herrero.


Artesano que trabaja el metal (cobre, oro, plata, aunque principalmente hierro). En las sociedades agrícolas, los herreros tenían una gran importancia, ya que fabricaban las herramientas indispensables para trabajar la tierra, y en las sociedades con ambición expansionista las armas de guerra. Por esta razón, por regla general, despertaban sentimientos ambivalentes: por una parte disfrutaban de una elevada posición y por otra eran despreciados, aunque siempre temidos. Su excepcional posición dentro de la sociedad aparece reflejada con frecuencia en la mitología. Entre los dogon, Amina, el dios creador, formó el primer herrero (djemene) de la sangre y el cordón umbilical de Nomino, sacrificado por él. Así, el primer antepasado de los herreros pertenece a la llamada generación prepaterna, lo que explica la influyente y privilegiada posición de los herreros entre los dogón. Formaban un grupo endogámico, socialmente cerrado, por lo que les estaba prohibido casarse con descendientes de la 2ª segunda generación. Dado que los herreros no trabajaban la tierra, llevaban un vida completamente dependiente.



Hogon.


Sacerdote del culto a la vida y, con el tiempo, cabeza religiosa de los dogón. Los intereses cotidianos son decididos por el más anciano del linaje patriarcal; pero por otra parte, cada poblado (o bien un grupo de poblados) está subordinado a un hogon, el cual ayuda a las personas atribuladas con diversos rituales y funciones profanas. Existe un “hogon supremo”, pero su autoridad es poca y mal determinada. Como líder religioso, el hogon es básicamente responsable de la buena marcha general de las cosas, principalmente de la fertilidad del suelo y, como sacerdote de la lluvia, de que ésta sea suficiente. En Sanga es elegido entre los más ancianos, en otros pueblos se nombra un hombre más joven lleno de energía vital”, pero que debe pertenecer a un determinado linaje. El origen del hogon se encuentra en la mitología: el Urahn de la tierra de los mande tuvo dos hijos. El mayor tuvo tres hijos con mujeres diferentes, que fueron los fundadores de los dyon, dono y oro, grupos secundarios de los dogon; mientras que el hijo menor de Urahn se convirtió en el primer antepasado de los arti. Cuando éste murió como el pri­mero de los antepasados, los dogón llevaron tierra de su tumba hasta su nuevo emplazamiento, donde levantaron un altar en el que se instalaron a vivir.




Iniciación (del latín initiare, comenzar, emprender, o bien initiato, celebración festiva del culto secreto a los dioses).


Celebraciones, en parte de carácter profano y en parte religioso, realizadas en muchas sociedades tradicionales al iniciarse la pubertad, con el fin de que el adolescente se convierta en adulto. Este nuevo estatus implica la madurez sexual y moral, y responsabilidades sociales, como una fase cuantitativamente nueva de la vida. Desde el punto de vista formal puede diferenciarse entre las iniciaciones individuales (típicas para las niñas y más raras para los varones) y las iniciaciones colectivas (habituales para los jóvenes y menos frecuentes entre las niñas). Sin embargo, la estructura es básicamente la misma en todos los casos: los que van a ser iniciados son separados de sus familias y llevados a un “campamento de aislamiento” separado del poblado (en las ceremonias individuales una cabaña separada). Allí, los ancianos (o bien las ancianas) les someten a determinadas torturas corporales (palizas, vejaciones, privación de alimentos y de sueño, pruebas repugnantes) para fortalecer su fuerza de resistencia física y moral, al tiempo que les enseñan importantes conocimientos de su cultura, como la moral social y sexual, y la tradición religiosa. Dado que se trata de un decisivo cambio de existencia, en el núcleo de la iniciación se produce un renacimiento: la separación de la familia equivale a su “muerte”. En el campamento de aislamiento, que equivale al reino de los muertos, son “matados” por los antepasados -y como “muertos”- durante un periodo no pueden comer ni hablar, ni tan siquiera moverse; suprimen la higiene personal y reciben una pintura blanca. Durante esta fase central tiene lugar su transformación: se les practicará la ablación y se les distinguirá con la característica de su grupo (mutilaciones en labios, orejas y nariz, deformaciones dentales, un tatuaje específico). A continuación se produce la relajación progresiva de todas las limitaciones; en ese momento los iniciados reciben una pintura roja, un nuevo nombre y el estatus de adulto. Devueltos a la vida, dejan el campamento, que es destruido tras ellos, y vuelven triunfantes al poblado donde les espera una gran fiesta. A partir de entonces tienen derecho a casarse. Las ceremonias individuales para las niñas tienen lugar en casi todas partes, las iniciaciones colectivas para ambos sexos sólo en las culturas agrícolas tropicales de Suramérica, Melanesia e Indonesia, así como en África. Por el contrario, las iniciaciones individuales para muchachos sólo eran habituales antiguamente como ceremonia de caza en algunas culturas recolectoras y cazadoras.



Magia.


Término de origen griego (mageia) que designaba a los sacerdotes zoroástricos (magoi) de la antigua Persia, los cuales tenían fama de ser grandes magos. Los romanos lo latinizaron y le dieron las connotaciones esotéricas. La magia se utiliza sin excepción en situaciones críticas (enfermedad, necesidad, antes de actuaciones de riesgo), las cuales debido a su problemática excepcional se cree que sólo es posible solucionarlas con medios también excepcionales. Al contrario que la brujería, no consiste en ningún tipo de don hereditario, sino en una “técnica” que puede aprenderse. Cuanto mayores son los conocimientos, la experiencia y destreza que alguien posee respecto a los medios y métodos necesarios, tanto más seguro es su éxito. Pero sólo con esto no se consigue nada. La base principal de la magia es la creencia en la fuerza; ya que para poder influir sobre algo, es decir para moverlo, moldearlo, cambiarlo o alterarlo, se precisan necesariamente una o más fuerzas que el mago debe conocer y ser capaz de dominar. Según el punto de vista tradicional se puede diferenciar entre tres “fuerzas básicas”: la fuerza vital orgánica (que corresponde al alma vital); las fuerzas naturales (concentradas principalmente en el fluir del agua, el fuego, el viento, la roca dura, etc.); y las fuerzas espirituales, que corresponden a las cosas espirituales, es decir, el alma libre, los antepasados, los espíritus y los dioses. Los actos mágicos consisten en que, con la ayuda de la concentración mental (“el deseo”), determinadas fórmulas y fuerzas rituales son conducidas a su objetivo a través de las de las sustancias conductoras adecuadas, para realizar allí lo que se espera de ellas. Esto puede suceder por regla general de tres maneras distintas: por transferencia directa, es decir, “magia de contacto”, en la cual alguien entra en contacto con tina sustancia cargada de fuerza (una raíz, una pomada o una reliquia) o toma una sustancia reforzante o curativa; mediante una “radiación” dirigida a través de distancias medias (la fuerza vital se transfiere con palabras, cantos, gritos, la mirada o determinados gestos direccionales); o por acción a distancia. En este último método, el objetivo (una persona ausente, un antepasado, un espíritu) se encuentra fuera del entorno de percepción, de manera que no puede observarse su reacción. En este caso la transferencia sólo puede utilizar fuerzas espirituales, el alma libre (concentración mental, fuerza de voluntad) o un poder espiritual puesto a nuestro servicio. Para dejar claro lo que se pretende se utiliza un lenguaje similar al de los signos: el terapeuta se expresa análogamente (magia por analogía), hace una pantomima de la persona que tiene en mente o la muestra en una imagen (magia por imágenes). Por ejemplo, el terapeuta pincha con una aguja un muñeco de cera en la zona del corazón, para eliminar de esta manera a un rival odiado. La magia es un concepto antropológico universal. En todas las culturas conocidas, incluso en las prehistóricas, se conocía y practicaba. Dado que los éxitos son comentados y los fracasos pueden atribuirse a errores en la preparación y práctica del encantamiento, parece irrefutable e incluso sobrevive, aunque de forma más clandestina, en las “modernas” civilizaciones industriales: en el amor, deporte, juegos de azar, enfermedades y tribulaciones, guerras, publicidad y en la propaganda política.



Magia negra.


Voluntad de causar daño a una persona, ya sea física o psíquicamente, en sus propiedades (la cerámica estalla al ponerla al fuego), los frutos del campo, el ganado o la reputación social (sembrar desconfianza, crear envidias), con los medios y las técnicas de la magia. Un ejemplo típico es la mundialmente difundida “ligadura”, que consiste en atar pajas, correas o cuerdas, con el fin de disminuir la potencia, es decir, la libre movilidad del miembro viril de un hombre al que se quiere mal. El grado máximo de la magia negra está representado por la magia de la muerte. Como en toda magia existe un gran número de posibilidades para elegir. Así por ejemplo, se empuja o se lanza una vara en la dirección en la que se sabe se encuentra la víctima; se dice su nombre y se expresa el correspondiente deseo, algo así como “quisiera arrancarte el corazón”. También se puede obtener algún objeto propiedad personal del afectado y colocarlo en el féretro de un muerto, tal y como hasta hace 100 años se hacía en ciertas zonas de Europa. Con este mismo objetivo se confecciona con frecuencia un muñeco que se pincha con una aguja en la zona del corazón o se golpea. Es importante nombrar a la persona en que se piensa y formular claramente la intención. Los casos documentados se refieren a personas que supieron de la magia efectuada contra ellos, de manera que el efecto podría deberse a la autosugestión. Las autopsias demostraron que la causa de la muerte se debía a un estado de shock; se produjo un colapso, que llevó a una rápida disminución de la sangre circulante y la consecuente disminución de la presión sanguínea, que como consecuencia produjo la muerte por fallo de las funciones orgánicas.



Máscaras (del árabe mashara, bufón).


Según consideraciones muy antiguas y universales, las máscaras son formas de representación de las fuerzas del más allá, tanto si ocultan sólo la cara (careta) como si tapan todo el cuerpo (máscara-disfraz), tanto si representan un aspecto de la naturaleza como si tienen una forma muy estilizada. Con frecuencia se trata de la representación de los espíritus de los antepasados, es decir, los espíritus de los muertos; aunque también puede tratarse de espíritus naturales de todo tipo, como los demonios de la enfermedad en su forma sobredimensionada o enana y muchas veces en forma de animales monstruosos. El que llevaba la máscara no sólo “representaba” al espíritu sino que se identificaba con él, sobre todo en los rituales, de tal manera que se sentía poseído por él y se convertía completamente en el espíritu, prestándole su cuerpo. Las máscaras se utilizaban en las etapas de transición, por la noche, en los cambios de estación, con motivo de las fiestas de la cosecha, durante las iniciaciones, los funerales y las fiestas para recordar a los muertos. Los antepasados sobre todo conseguían con ello la oportunidad de señalar y “censurar” pecados de tiempos pasados, y en caso necesario de repartir justicia y castigos. La comunicación con el mundo de los espíritus, entrando en contacto directo con las máscaras, era una de las prerrogativas de los hombres, que en muchas comunidades se vinculaban a una sociedad de máscaras o secreta y vigilaban las máscaras para evitar el contacto con los no iniciados, sobre todo mujeres y niños. Para ellos existía generalmente pena de muerte si llegaban a conocer qué hombre o danzarín se escondía bajo cada una de las máscaras. No obstante, con frecuencia existen mitos que hablan de unos tiempos, en los que las mujeres estaban en posesión del secreto de las máscaras, hasta que los hombres se lo arrebataron.



Oráculo.


Forma de adivinación. En todos los pueblos y en todas las épocas, los oráculos desempeñaron un importante papel en la valoración de problemas de los tipos más variados. De forma diferente a los augurios y la mayoría de los sueños, el oráculo no depende del significado de signos inesperados y aparentemente casuales; el contacto con diversos poderes del otro mundo (antepasados, espíritus, dioses) se busca de forma mucho más consciente. A través del oráculo no sólo se descubre lo oculto, también ofrece ayuda para tomar decisiones en casos de crisis. Los métodos y técnicas de los que se sirve son extremadamente variados, pero siempre unidos al sistema de códigos o signos específicos de cada cultura. Es especialmente conocido el oráculo Ifa de los yoruba, que con una tirada de fichas (por ejemplo, semillas de palma) revela un número que se corresponde a un texto ritual, el cual finalmente es recitado por el sacerdote del oráculo (babalawo).



Portador de la fuerza vital o portador del alma.


Secreciones y partes del cuerpo del hombre y de los animales, así como partes de las plantas, con una elevada proporción de fuerza vital. La mayoría de las culturas diferencian entre alma vital (o fuerza vital) y alma libre. Ésta última proviene del más allá (es decir, el reino de los muertos) y pertenece al tipo de los poderes espirituales. La primera se manifiesta en el hombre (y de la misma forma en los animales y las plantas) en forma de un alma vital, cuya función es mantener vivo el organismo. Las principales sustancias que lo componen, según un punto de vista común en todo el mundo, son la sangre, los huesos y los dientes, así como todas las secreciones corporales (excepto las heces); es decir, el esperma, el moco, la leche materna, el sudor, la saliva, las lágrimas y, aunque más raramente, la orina. Otras partes que en sentido más amplio también presentan elevadas concentraciones de fuerza vital son las uñas de pies y manos, el pelo, el aliento, la palabra hablada o cantada, la mirada y la sombra. Todas las sustancias citadas tienen que ver con el movimiento (= vida), o contener una gran capacidad de resistencia: la sangre “fluye”, el aliento “sopla”, el esperma y el sudor son excretados, la saliva aumenta su producción al masticar, las lágrimas son consecuencia del “movimiento” de los sentimientos, las uñas y el pelo siguen creciendo cuando el proceso de maduración del cuerpo ha finalizado, y los dientes y los huesos perduran más que cualquier otra parte del organismo.




Posesiones.


Alteración del estado de conciencia, cuya manifestación somática suele ser el trance de la posesión, en la que antepasados, espíritus o deidades to­man temporalmente el alma libre o la conciencia de una persona y se expresan a través de su boca, con la voz característicamente alterada (con frecuencia también en lenguas extranjeras o con vocablos incomprensibles para los profanos) y determinan a su capricho su comportamiento y acciones. La posesión puede ser individual o colectiva, voluntaria o involuntaria (algunos médiums mantienen una relación “marital” o de amor durante toda la vida con su pareja espiritual). Si es un estado deseado, precisa de cierta preparación previa como aislamiento, ayuno y otros sacrificios, ejercicios de concentración, la ingesta de determinadas drogas que alteran el estado de conciencia, (como los alucinógenos), movimientos corporales rítmicos, música, danza, etc., con lo que el afectado entra en trance y es­tá en condiciones de entrar en contacto con el poder espiritual.



Preanimismo (creencia en la fuerza).


Cada movimiento, cada proceso de cambio tanto en la vida como en la naturaleza está provocado por fuerzas, las cuales deben poder ser conocidas y controladas por aquel que desea llevar con éxito su existencia. Según la percepción tradicional, se puede diferenciar entre tres tipos de fuerzas: la fuerza vital, presente en las plantas, los animales y el hombre, activa también en la fertilidad y la fuerza germinadora (por lo que se llama principalmente en los órganos sexuales, las semillas, las frutas, los huevos, etc.); las fuerzas naturales, concentradas en los saltos de agua, el fuego, el viento y la dura roca; y las fuerzas espirituales, correspondientes a las cosas espirituales, es decir, el alma libre, los antepasados, los espíritus y los dioses. Las fuerzas vital y naturales pueden transferirse directamente entre ellas: minerales que contienen fuerza, plantas y lugares (como la tumba de un antepasado) que aumentan la fuerza vital del hombre, la sangre, los huesos, el pelo, las uñas y otros soportes orgánicos de la fuerza que puedan ser utilizados como abono, es decir, para aumentar la capacidad de los campos. Las fuerzas actúan siguiendo un patrón. Desde la creación están unidas y, siempre y cuando no se inhiba su flujo mediante la magia o la acción de los espíritus o sea llevada a unos canales equivocados, mantienen el orden de la sociedad, la naturaleza y el cosmos. Mientras la fuerza vital (alma vital) mantiene las funciones del organismo (respiración, circulación sanguínea, etc.), y amanece y anochece, las almas libres rondan y vuelven a tomar forma corpórea y los dioses rigen el mundo. La transmisión de la fuerza tiene lugar a través del contacto directo (roce, caricia), radiación (olor, calor, la mirada y personas llenas de fuerza o achacosas), así como teleimpulsos espirituales, además de los poderes espirituales. Su utilización y control debe atender a la tradición, y su abuso se debe a una mala actuación. La magia representa un medio de hacer extremadamente útil las fuerzas vital, naturales y espirituales.



Ritual de la anarquía.


Forma extrema de los ritos de transición. Ninguna sociedad podría tener una existencia duradera in un orden legal y de convivencia estable. No obstante, existe un peligro constante de que mediante enemigos (internos o externos) y durante tinas épocas especificas (biográficas, sociales y cósmicas de transición), cuando dos partes del arco de un todo único se separan durante un instante (de manera que pueden irrumpir peligrosas influencias externas y, espíritus malignos) se provoca la desgracia, ocasionándose el caos. En las sociedades premodernas se consideran como cambios de fase de este tipo la muerte, la iniciación, los cambios de estación, el cambio de año (los “días entre los años”) y el espacio de tiempo entre la muerte del rey y la coronación del sucesor. Para prevenir sus peligros potenciales durante estas épocas, cuando el antiguo orden ha dejado de ser válido y todavía no ha entrado en vigor el nuevo, se utiliza la objetivación teatralizada del amenazante caos, para lo que prácticamente se “interpreta” este caos de forma mágico-preventiva, con el fin de mantener los acontecimientos bajo control. Según la cultura, de una, manera u otra se invierte ritualmente el orden de las cosas, de manera que durante ese periodo de transición imperan los comportamientos anárquicos. Los niños pueden insultar a sus padres o las mujeres a sus maridos, cubrirlos de porquería, incluso apalearlos. Se intercambian los sexos, de manera que las mujeres se visten de hombres y los hombres de mujeres (transvestismo ritual). Las personas de baja posición social, como por ejemplo los mendigos, toman la posición de funcionarios y dignatarios de alto rango. Los reyes deben ceder su lugar a un “rey bufón” elegido entre las capas más bajas de la población. Las reglas que en condiciones normales rigen la convivencia, dejan de ser válidas. Las puertas de la cárcel se abren, el alcohol corre a mares; se permiten juegos prohibidos, incluso perversiones sexuales hasta el incesto; todo ello hasta la finalización de los “días locos”, cuando el antiguo orden vuelve a regir, e controla el amenazante caos y a todo el mundo le queda claro que la existencia sin reglas y orden sólo puede llevar a la destrucción.




Ritual de renacimiento.


Determinado, momentos de la vida, como el nacimiento, la pubertad, la boda, una adopción, la toma de posesión de un cargo, la noche y la mañana o el cambio de año, son considerados generalmente, pero especialmente en las culturas tradicionales, como “procesos de transición llenos de riesgo”. Representan breves estados en los que se está a la deriva entre dos etapas de la vida, en donde las reglas del pasado (por ejemplo, la infancia) y a han dejado de ser válidas y las de la “nueva vida” (la existencia como adulto) todavía no lo son. Dos segmentos del arco de un ciclo se separan brevemente, de forma que se crea un agujero a través del cual pueden introducirse las influencias nocivas de los espíritus malignos. Oscuro y claro, caos y orden se siguen el uno al otro como la noche y el día durante el ocaso, de manera que reina la inestabilidad y los impulsos negativos pueden desencadenar fácilmente reacciones Para evitarlo se realizan los correspondientes ritos de transición. Dado que estos procesos de transición siempre son sufridos por personas que se transforman en otras (por ejemplo, una mujer joven se transforma en madre, un hombre adulto en miembro del consejo, un visitante en huésped, una persona viva en una persona muerta, una persona atareada durante el día en una persona que descansa por la noche), los rituales siguen el modelo de la vida. Las tres fases de separación, transformación y readmisión son valoradas en el sentido de muerte, transformación como preparación para el renacimiento y el propio renacimiento. La transformación ritual tiene lugar de forma manifiesta; los afectados “mueren”, siendo expulsados de la sociedad, en ocasiones con violencia, y en ocasiones son “muertos” ritualmente. En su reclusión, que representa su estancia en el reino de los ante­pasados, se comportan como muertos, es decir, al con­trario que los vivos. No llevan o llevan ropas diferentes a las habituales, comen y hablan muy poco, utilizan la mano izquierda en lugar de la derecha, llevan pinturas blancas para parecer almas de los muertos, y tiene contacto con sus antepasados fallecidos. Pasado un cierto tiempo, frecuentemente de tres días, son “resucitados” y regresan a la sociedad, al principio como recién nacidos todavía incapaces de comer y andar correctamente, sin poder hablar. De esta manera, los críticos procesos de cambio de estado son “ligados” al circuito natural de la vida y así se evita un desarrollo incorrecto.




Ritual de transición.


Según el concepto rites de passage introducido por el etnólogo francés Arnold van Gennep (1873-1957), significa asegurar los procesos de cambio de estado y de sistema, espaciales, temporales, biográficos, sociales y cósmicos. Este tipo de transiciones (cambio de límites, nacimientos, iniciaciones, bodas, cambio de estatus y de estación, la muerte) son consideradas como de riesgo y peligro, ya que representan zonas de ruptura entre dos fases de la vida, en las que el orden antiguo ya no es válido y todavía no ha entrado en vigor el nuevo. La ritualización acompaña este modelo intuitivo y lo divide en tres partes: la separación del estado anterior (del “antiguo Adam”), marcado por rituales de despedida o de muerte (ritos de separación); la verdadera fase de transición en una zona intermedia, caracterizada por la expulsión de la sociedad y de la vida cotidiana y transformación como preparación para la fase de la vida que está por venir (ritos de transformación); y la entrada en la nueva existencia, puesta en escena mediante rituales de resucitación, felicitación y aceptación en la sociedad (ritos de ingreso). El núcleo de todo lo constituye la etapa intermedia en la que tiene lugar la metamorfosis. Según la circunstancia (iniciación, boda, muerte) en este caso cambian las formas y uso de los rituales. No obstante, habitualmente todo va dirigido a la dramatización del estado de exclusión o limitación y a la necesaria transformación. Así por ejemplo, los que deben iniciarse, los novios o los príncipes antes de la entronación se ocultan, no pueden ser vistos. Se recluyen en un lugar apartado lejos del asentamiento, encontrándose allí en un estado de muerte, ayunan o comen sólo alimentos crudos, hablan y se mueven poco, renuncian a los adornos y a la higiene, y llevan pinturas blancas. Durante el ritual de transición también deben superarse pruebas de valor y aprensión, de la misma manera que la sociedad al completo lleva a cabo en casos extremos (el nuevo año, tras la muerte de un rey) un estado declarado de anarquía, como los muertos en el submundo, una existencia “invertida”. Hacia el final de esta fase se produce la readmisión: el bebé, el iniciado, los novios o el futuro rey son purificados, alimentados con alimentos ricos en energía vital (por ejemplo, granos o harina de cereales), se les pinta de rojo, reciben ropas nuevas, también con frecuencia un nuevo nombre y regresan resucitados a la sociedad. Al inicio se muestran todavía un poco inseguros, no saben caminar recto ni hablar correctamente y les cuesta reconocer a sus propios parientes. Esto finaliza mediante los ritos de aceptación en la tercera y última etapa, durante la cual el resucitado toma nuevamente confianza con todos, y con lo que había olvidado durante su “muerte”. Al final. la coronación constituye una gran fiesta comunitaria. Los ritos de transición deben asegurar que la inestabilidad durante la segunda fase se mantenga siempre bajo control y que no provoque sucesos indeseados ni para el afectado ni para su entorno. Para ello el proceso debe realizarse ritualmente y mantenerlo bajo control mediante la representación teatralizada.


Santuarios.


Lugares reservados para los actos religiosos, en ocasiones prohibidos, dentro o fuera de un poblado. En el segundo caso, con frecuencia se trata de los así llamados “santuarios naturales”, como por ejemplo una determinada colina, calveros y “bosques sagrados”, también fuentes, piedras, grupos de rocas, árboles (que con frecuencia son grandes o viejos) y cuevas. En el caso de los santuarios dentro de un poblado, se trata de localizaciones y construcciones consideradas artificialmente como lugares sagrados, como un hogar, la tumba de un antepasado, una determinada casa, generalmente en el centro del poblado, casas de culto, etc. Con frecuencia relacionados con el origen o la historia de una familia, un poblado, una alianza o un reino, a su alrededor puede sentirse la presencia de las fuerzas espirituales, por ejemplo en el movimiento de las hojas de los árboles, en el murmullo del agua o en el crepitar del fuego. Los santuarios sirven exclusivamente para el culto con objetivos positivos (no para la magia negra); en ellos se recitan oraciones, se realizan ofrendas, se llevan a cabo ritos de fertilidad, bodas, iniciaciones y otras importantes celebraciones. En el caso de construcciones (antiguamente también en los bosques sagrados) se guarda la parafernalia necesaria para el culto (instrumentos musicales, máscaras, medicinas, etc.) así como las figuras de grandes antepasados, animales totémicos, espíritus protectores y dioses, y el “tesoro del templo” (votos y reliquias como cráneos y huesos de los antepasados, los jefes y determinados animales, antiguas armas, piedras y objetos raros, así como trofeos de guerra). Esto eleva su sacralidad todavía más y hace posible su protección activa frente a lo maligno. Por lo general se hallan rodeados de fosas, montículos o empalizadas, pero principalmente por una especie de zona de protección; los no iniciados, las mujeres, aquellos en estado impuro y los extraños no pueden acercarse, por no hablar de hollar el lugar. Por otra parte, en esos lugares existe la obligación de paz, de manera que con frecuencia las personas necesitadas de protección, incluso los condenados a muerte reciben un asilo seguro.




Señor de la tierra.


Concepto traducido al castellano según la correspondiente expresión nativa e inglesa (carth-chief, también master of the carth) o francesa (chef de terre), que aparece en numerosas sociedades agrícolas de todo el mundo, pero especialmente en Indonesia y en África oriental, referido al jefe, el “más anciano”, el más antiguo de la estirpe del fundador. Dado que, como dice la tradición, sus antepasados fueron los primeros en hollar la tierra y cultivarla, le corresponde a él -ya que mantiene la relación más prolongada e íntima con ellos- junto a sus antepasados y los diversos espíritus naturales y dioses de la tierra. Así pues corresponden al jefe de la estirpe fundadora, el señor de la tierra, las funciones sacerdotales principales en el culto a los antepasados y el culto a la tierra. Se preocupa del mantenimiento correcto de las buenas relaciones entre el hombre y la tierra, lo que garantiza la fertilidad, la salud y el bienestar; dirige los rituales agrarios centrales de siembra y cosecha; preserita los sacrificios; y ostenta el poder legal en la repartición de la tierra y en las disputas sobre la tierra.




Sociedades de mujeres.


Asociaciones institucionalizadas sólo para determinadas mujeres de una sociedad. En las culturas tradicionales aparecen con mucha mayor frecuencia como sociedades de hombres, dado que la exogamia (como cuando ocurre en la mayoría de los casos impera una línea de sucesión patriarcal; es decir, las mujeres se trasladan al lugar donde vive el marido después de la boda) divide a las mujeres en dos grupos de intereses distintos, de forma que sólo existen limitadas posibilidades de solidaridad. Por un lado se encuentran las madres y las hermanas, y en el lado contrario las esposas. Las sociedades de mujeres, adquieren por ello un marcado carácter secreto; es decir, adquieren un conocimiento esotérico específico (como de tipo mágico) y asumen los correspondientes deberes ligados a éste: ofrecerse para determinadas tareas pedagógicas y económicas, promover los derechos de las mujeres, en caso necesario defenderlos también de palabra y de hecho, y gozar del privilegio de realizar rituales especiales, habitualmente rituales mágicos de fertilidad y agricultura. Las uniones de mujeres presentan una estructura jerárquica. El ingreso tiene lugar mediante el pago de una cuota o tras superar una iniciación, que más adelante puede seguir otras dependiendo del rango. Sociedades masculinas. Al contrario que las exclusivas sociedades masculinas secretas, en este caso se trata de asociaciones institucionalizadas para “todos” los hombres adultos iniciados de un grupo. Así pues, el ingreso se produce automáticamente una vez se ha superado la iniciación. Algunas sociedades, como por ejemplo en Melanesia, presentan una estructura jerárquica. En estos casos se compra (por ejemplo, con cerdos) el paso a un rango más elevado o haciéndose cargo de los gastos de una celebración generosa. A todos los integrantes se les hace responsable de una posesión y la vigilancia de conocimientos esotéricos, que afectan a la transmisión religiosa, así como instrumentos musicales sagrados (bombos, flautas, trompetas de hueso), cuyo sonido recuerda las voces del más allá. Nada de esto puede llegar a oídos de las mujeres o de los muchachos no iniciados. Antiguamente, a la mujer que entraba en posesión de alguno de estos conocimientos secretos sólo le cabía esperar la muerte o la violación. El centro de reunión es la casa de los hombres o bien una casa propia para el “club”, en la cual junto a los instrumentos musicales mencionados se guardan otros utensilios de culto, máscaras, trajes de fiesta y reliquias (por ejemplo, huesos de antepasados). La sociedad masculina de Melanesia está bastante difundida, tanto en el resto de Oceanía, como en el centro y el este de África.




Sociedades secretas.


Asociaciones institucionalizadas de determinados hombres (pocas veces mujeres) de una sociedad, que poseen unos conocimientos especiales, los cuales bajo ningún concepto pueden ser transmitidos a personas ajenas a la asociación, por lo que cumplen con unas determinadas obligaciones. Con frecuencia puede comprarse la pertenencia a la sociedad, aunque casi siempre debe ganarse con gran esfuerzo y es válida para toda la vida. Para ingresar, el candidato debe someterse a cierto número de penosas iniciaciones, las cuales, en caso de superarlas, le abren el paso a rangos más elevados. Según la asociación, los conocimientos secretos comprenden diferentes disciplinas y competencias, como la fitoterapia, métodos terapéuticos específicos, la transmisión y custodia de tradiciones sagradas (mitos, fórmulas mágicas, danzas) y técnicas artísticas especiales. No es raro que todo ello otorgue a las asociaciones una importante influencia y poder, del cual en ocasiones abusan, pero que en la mayoría de las ocasiones utilizan para la mediación, de forma que las fuerzas judiciales y policíacas no les molestan. Las asociaciones secretas aparecen todavía en las culturas tradicionales entre los indios del norte y el sur de América, en el sureste de Australia, en amplias zonas de Oceanía y en África (tanto en el Sudán occidental como en el África central , desde la costa de Guinea hasta Tanzania) .



Tatuaje (del samoano tatau, conveniente, apropiado).

Adorno de la piel humana con líneas de puntos, ondas, círculos, estrellas, espirales y algunas veces figuras. Para ello cabe distinguir cuatro técnicas. En el tatuaje por “puntos” o “pinchazos” el dibujo se realiza mediante numerosos pequeños pinchazos con los que se introduce el color (Oceanía). El “tatuaje por corte” se realiza mediante pequeños cortes y la aplicación posterior del tinte (Oceanía). En el “tatuaje con aguja” se aplica una aguja ennegrecida al fuego bajo la piel (Siberia, noroeste de Norteamérica). El “tatuaje por cicatriz”, frecuente sobre todo entre los pueblos de piel oscura (África, Melanesia), se realiza nuevamente mediante cortes seriados, ornamentales o formando una figura, en la piel, sobre los que se echan polvos medicinales con un objetivo mágico de refuerzo o colorantes (como mezclas de índigo, ceniza y carbón). Con frecuencia se altera el proceso de cicatrización, con el fin de que se formen cicatrices estéticas. El negro (hollín con salvia vegetal) que bajo la piel toma una coloración azulada) se utiliza con frecuencia en todo el mundo para la coloración de las heridas. Frecuentemente los tatuajes se practican con fines mágicos de protección sólo en las aberturas corporales (ojos, boca, ombligo, vagina), en la mano y en las mujeres en el pecho; y como adorno o distintivo de la posición o la pertenencia a un grupo étnico, puede ir en todo el cuerpo o en las partes visibles. Los pueblos de Oceanía eran verdaderos maestros, sobre todo los isleños de las Marquesas, los samoanos y los japoneses. El tipo y la composición del dibujo dependen de las tradiciones de cada uno de los clanes o tribus. Con frecuencia también se cree que los tatuajes sirven para que al morir y llegar al reino de los muertos, los antepasados le reconozcan sin lugar a dudas como uno de los suyos.


TOMADO DE:

Klaus E. Müller y Ute Ritz-Müller: Corazón de África. Ed. Könemann .Colonia, 2000. Págs. 481-499

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